domingo, 4 de marzo de 2012

El nuevo esplendor en los altares de cultos

Se adivina desde hace unos años pero, lo cierto, es que en los últimos tiempos los altares de cultos se están superando, Cuaresma tras Cuaresma. Las antiguas postales de finales del XIX y principios del XX se están volviendo a repetir después de una década en las que las priostías se dejaron llevar por el  pos concilio sazonado con ciertos aires de desgana.





Hubo hermandades, no obstante, que nunca bajaron el listón... El mismo que hoy se supera a la vista de los altares de cultos que se están viendo.

El año comenzó con altares tan armoniosos y llenos de emotividad como el del Señor de Pasión o el de las Penas de San Vicente.

Imágenes que escalan hacia alturas insospechadas, como la Cena o la Soledad de San Lorenzo, ambas escoltadas por un tenebroso mar de velas. Composiciones llenas de elegancia y con un sabor exquisito como la Carretería, el Calvario, el Silencio o la Quinta Angustia.

La Cuaresma culminará con una Virgen del Valle que escala los límites de la Anunciación y con un fin de semana de besapiés y besamanos en los que merecerá la pena acercarse al Museo, Montserrat, San Juan de la Palma...

En el otro lado, en el opuesto a los grandes altares, encontramos una situación que no es nueva pero que puede cobrar fuerza. Es la que se produce cuando se termina de restaurar un retablo o una imagen y nace cierta preocupación por preservar la obra. Ha sucedido con las hermandades que van a Santa Ana después de la restauración del retablo de Campaña.

También está el experimento de Pasión, hace un par de años, que suprimió cualquier tipo de iluminación a base de velas y colocó unos grandes focos que iluminaban al Señor desde diversos puntos, creando un sobrecogedor juego de  luces y sombras. Un altar que no dejó indiferente a nadie, que fue criticado por "minimalista" y que, hasta la fecha, ni Pasión ni ninguna otra hermandad en Sevilla ha osado a imitar.

En cualquier caso, hay que quedarse con lo mejor; que los templos de convierten en verdaderos monumentos efímeros que anuncian lo que está a punto de ocurrir.

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